Capital Humano: alertas que te evitarán una crisis
enero 16, 2020
Cualquier consultora de recursos humanos te dirá lo mismo: permanecer alerta de lo que sucede con tu capital humano puede marcar la diferencia entre el éxito y la crisis. Si eres el responsable del departamento de RRHH sabrás que el combustible que importa en cualquier actividad son las personas. Por eso, resulta crucial realizar una gestión integral e inteligente de esta área. La mejor forma de hacerlo será utilizar un software de recursos humanos apropiado. Esto va a favorecer la creación y mantenimiento de una determinada «cultura».
Como resultado, te podrás asegurar de que todo el equipo rema en la misma dirección y comparte objetivos y estrategias. Por ello, hay que prestar especial atención a las posibles grietas que esa cultura presente. Es decir, aquellos indicadores de alerta, cuando las dinámicas internas de trabajo no están siendo positivas. Si te anticipas, identificándolas a tiempo, minimizarás el daño. Si las dejas pasar por alto, es probable que a largo plazo desemboquen en desastre.
En este post te contamos los principales indicadores que podrían evitar una crisis en el capital humano de tu empresa.
1. Alerta en la evaluación del desempeño: el absentismo
Si estás monitorizando la evolución del capital humano con un software de evaluación del desempeño – algo que te recomendamos – la alerta más grave puede ser el absentismo. Además de resultar la más llamativa, indica que se han «roto los puentes». Por algún motivo, que quizás no has identificado, un integrante del equipo le resta importancia a ir al trabajo. Sus ausencias se registran con más frecuencia de la estadísticamente razonable o se presentan irregularidades e inconsistencias.
Acude inmediatamente a la raíz del problema, acércate al implicado/a y dialoga para saber qué ocurre. Puede tratarse de falta de motivación, ausencia de incentivos o descontento con sus funciones, responsabilidades y capacidad para evolucionar. O puede haber cualquier otra razón. Diseña soluciones específicas para cada caso particular y vigila de cerca si los cambios surten efecto.
2. Las rotaciones. Ni excesos ni defectos
Antes de llegar a este extremo hay indicadores menos disruptores, pero igualmente válidos. La rotación o el flujo de capital humano renovado en tu plantilla es un banderín casi infalible cuando las cosas van muy bien, o muy mal. Si tu personal no rota, es decir, no se renueva, es fácil que se acomode y pierda empuje.
Aunque tengamos la mejor intención y capacidad, todos aportamos hasta un determinado momento. Más allá del mismo, nos estancamos y hacemos que la empresa no avance. Procura que todo el mundo tenga claro que ninguna posición en el organigrama es «para toda la vida». Y acomete procesos de reclutamiento y renovación del personal relativamente frecuentes.
Por otro lado, un exceso de rotaciones tampoco es buena señal. Puede que las condiciones de trabajo y el clima en el que se desarrolla no sean «saludables». Quizás tus parámetros y normas de funcionamiento son demasiado estrictas. O puede que haya algún problema que tu plantilla «sufre» a diario, pero que desconoces, por no haberlo diagnosticado aún. Procura mantener un diálogo intenso y frecuente con tus compañeros/as. Siempre que puedas, realiza entrevistas «de salida», para analizar las razones que han motivado que esa persona «tire la toalla».
3. La hiperconexión, la conflictividad o el vacío de ideas contra el capital humano
También hay señales «menores» – que no menos graves – de que algo no está funcionando bien en tu organigrama. Por ejemplo, un exceso de conexión de la plantilla con el trabajo, algo que incluye a los puestos directivos. Estar demasiado pendiente del móvil o el correo electrónico no es sinónimo de productividad. Es un síntoma patológico. Respeta los horarios de la jornada laboral y fomenta una política de lights off, una vez que esta finaliza. Lucha por la conciliación familiar y fomenta actividades de ocio totalmente desvinculadas del trabajo.
Si no cuidas cualquiera de las alertas anteriores, vas a encontrarte con la madre de todos los desastres: una conflictividad que convertirá el lugar de trabajo en un microclima irrespirable. Y no solamente eso. También un aumento de quejas internas y externas y una plantilla totalmente desmotivada que no querrá estar en el trabajo. Y que, además, se dejará fuera de la oficina sus mejores ideas y energías.